domingo, abril 08, 2007

DESICIONES

Yo tengo una historia, que habla de esas "sencillas" decisiones. Era 
una fría mañana de mayo, y el hombre pasaba el cumpleaños más triste 
de toda su existencia. Cumplía sus primeras cinco décadas de vida y 
el saldo no era favorable. Su esposa había enfermado hacía unos 
cuantos años. No importaba cuántos, habían sido eternos. El hombre, 
de oficio carpintero, había visto cómo gradualmente el cáncer se 
llevaba lentamente a la compañera de casi toda una vida. Era una 
enfermedad humillante. ¿Cuándo fue la última vez que éste hombre de 
manos rústicas había dormido toda la noche? Casi no lo recordaba. 
Todo se había transformado en gris desde que el maldito cáncer llegó 
a casa. Su esposa no tenía el menor parecido con la foto del viejo 
retrato matrimonial que colgaba sobre la cama. Ahora solo era un 
rostro cadavérico, níveo, sin color y por debajo del peso normal de 
cualquier ser humano. 
 
"-Usted es una señora adulta- había dicho el médico-, váyase a casa, 
y... espere.". 
 
El hombre, temperamental y de manos rudas, sabía lo que había de 
esperar. Lo inevitable. Aquello que le arrebataría su esposa y la 
madre sus cuatro hijos. Sin piedad, sin otorgarle unos años más de 
gracia. El putrefacto aliento de la muerte parecía llenar la 
atmósfera con el pasar de los días. La bebida era como una anestesia 
para el viejo carpintero. Por lo menos, por unas horas no estaba 
obligado a pensar. Por el tiempo que durara la borrachera, tendría un 
entretiempo en medio de una vida que no le daba tregua. Había 
cualquier tipo de alcohol diseminado por toda la casa; en el armario, 
la heladera, el garage, el galpón, y hasta una botella en el aserrín 
de un viejo y enmohecido barril. Este era su cumpleaños. El hombre 
festejaba un año más de vida y un año menos junto a su esposa. 
 
El gemido de su esposa lo despertó del letargo."-Recuerda- dijo 
suavemente la mujer- que hoy estamos invitados a ir a esa iglesia..." 
 
El hombre hizo un gesto de disgusto. El había sido luterano desde su 
niñez y hacía años que no pisaba una iglesia. Apenas recordaba 
algunas canciones religiosas en idioma alemán que se entonaban en su 
Entre Ríos natal. Pero el pedido de su mujer no era una opción, era 
un ruego desesperado. Tal vez el último deseo de quien lucha cuerpo a 
cuerpo con el tumor que se empecinó en invadirlo todo. Un último 
intento por acercarse a Dios antes de partir para siempre. El 
carpintero de las manos rudas y aliento a bebida blanca, asintió con 
la cabeza. Irán a esa iglesia que su hijo mayor les había hablado. 
Estaba un poco lejos, pero cuando el cáncer se instala en un hogar, a 
nadie le importa el tiempo. Ya nadie duerme en la casa del 
carpintero. 
 
Esa noche, la del cumpleaños, el matrimonio llegó con sus dos hijos 
menores a la remota iglesia evangélica de algún barrio de Del Viso, 
Buenos Aires. El se apoyó en la pared del fondo y oyó el sermón. 
 
"-Linda manera de festejar el cumpleaños" - habrá pensado. 
 
Pero continuó allí con profundo respeto, viendo como su esposa 
lloraba frente al altar. El casi no oyó el mensaje, pero presintió 
que debía acompañar a su mujer, y lentamente, el hombre que escondía 
botellas de alcohol en el aserrín, pasó al frente. Los dos tomaron 
una decisión. Aceptaron a Cristo como su suficiente Salvador. Una 
sencilla decisión que no pareció demasiado histórica, y estoy seguro 
que muy pocos, esa noche, se percataron del carpintero y su enferma 
esposa. Pero a ellos le cambió la vida para siempre. 
 
Ella observó cómo el cáncer retrocedía lentamente hasta transformarse 
milagrosamente en un mal recuerdo. El hombre se deshizo de todas las 
botellas de alcohol y jamás volvió a tomar. Lo que comenzó como un 
mal día, terminó con una decisión que afectan el futuro para siempre. 
 
A propósito, la historia es real y ocurrió un primero de mayo de 
1975. El carpintero de las manos rudas jamás se hubiese imaginado que 
debido a su buena decisión, no sólo se sanaría su esposa, sino 
también, algún día afectaría a sus hijos. Su hijo menor, que por 
aquel tiempo tenía siete añitos, hoy le predica a cientos de jóvenes 
y entre otras cosas, escribe esta nota. 
 
Eso es a lo que yo llamo una decisión generacional. Miles son 
afectados por un sencillo paso al frente. Cuando decidas a qué te vas 
a dedicar, con quién te vas a casar, o sencillamente pases al frente 
de algún altar a tomar un nuevo compromiso con el Señor, recuerda que 
estás escribiendo la historia. La tuya y la de los demás. Hace poco 
les dije a mis padres que estaba profundamente agradecido por aquel 
gris primero de mayo en el que tomaron la decisión más radical de sus 
vidas. Les dije que cada joven que llegaba a oír mis mensajes, 
también le estaban agradecidos. Y les dije, además, que siento una 
tremenda responsabilidad, cuando tomo una de esas "sencillas" 
decisiones como por ejemplo, el escribir esta nota. Porque nunca sé a 
quiénes y a cuántos estoy afectando. Aunque de algo estoy 
completamente seguro: a cada minuto de nuestras vidas, escribimos la 
historia. 
 
Pastor Internacional de Jovenes: Dante Gebel - www.dantegebel.com