jueves, noviembre 03, 2011

dellibro...que pasa con nuestra adoracion. a.v tozer

¿Qué vamos a hacer acerca de esta maravillosa y hermosa adoración a la que Dios nos llama? Antes preferiría adorar a Dios que hacer otra cosa que yo sepa en todo este ancho mundo. No intentaré siquiera deciros cuántos himnarios están apilados en mi estudio. No puedo cantar medianamente bien, pero esto no es cosa que le importe a nadie. ¡Dios me considera un astro de la ópera! Dios me oye mientras le canto los viejos himnos franceses traducidos, los viejos himnos latinos traducidos. Dios me escucha cuando le canto los viejos himnos griegos de la iglesia de Oriente, así como los hermosos salmos en metro y algunos de los más sencillos cánticos de Watts, Wesley y el resto.

Quiero decir que preferiría adorar a Dios que hacer cualquier otra cosa. Puede que contestes: -Si adoras a Dios no haces nada más.» Pero esto sólo demuestra que no has hecho tus deberes. La parte hermosa de la adoración es que te prepara y
capacita para lanzarte a las cosas mas importantes que se deben hacer para Dios.
¡Escúchame! Prácticamente cada gran acción hecha en la iglesia de Cristo remontándonos hasta el apóstol Pablo fue hecha por personas ardientes con la radiante adoración de su Dios. Un examen de la historia de la iglesia te demostrará que fueron los ardientes adoradores los que también vinieron a ser los grandes obreros. Aquellos grandes santos cuyos himnos cantamos tan tiernamente eran activos en su fe hasta el punto de que tenemos que asombrarnos de cómo pudieron hacerlo todo. Los grandes hospitales surgieron de los corazones de hombres adoradores. Las instituciones mentales surgieron de los corazones de hombres y mujeres adoradores y compasivos. Deberíamos decir también que allí, donde la iglesia ha salido de su letargo, levantándose de su sueño y en las mareas del avivamiento y de la renovación espiritual, siempre los adoradores estaban detrás de ello.

lunes, octubre 01, 2007

THEODORE AUSTIN-SPARKS

Pocas vidas cristianas han sido más fructíferas que la de Theodore Austin-Sparks. Y esto, no porque fuera una clase especial de cristiano, especialmente dotado personal o humanamente, sino por su pasión –tal vez, obsesión– por Cristo, de quien fue un fiel heraldo y testigo por más de sesenta años.

Pregonero de Cristo

Al leer los escritos de T.Austin-Sparks, hay una cosa que se hace clara, y es la poca atención que se da a sí mismo o a su vida. En lugar de esto, toda la atención es dada a Cristo. Nuestra atención es desviada continuamente del mensajero hacia Él, que es el Mensaje. No obstante, para aquellos a quienes les interesa la vida del mensajero y el trabajo de Dios en él, he aquí un breve resumen.
Theodore Austin-Sparks nació en Londres en 1889, y fue educado en Escocia. Su madre amaba al Señor, y dio a su hijo un gran ejemplo de piedad.
Su vida cristiana comenzó en 1906, cuando él tenía 17 años. Caminaba abatido por una calle de Glasgow un domingo por la tarde, cuando se detuvo a escuchar a algunos jóvenes cristianos que testificaban al aire libre. Aquella noche él confió su vida al Salvador, y el domingo siguiente se encontró él mismo dando unas palabras de testimonio con los jóvenes en esa reunión al aire libre. Fue el comienzo de una vida de predicación del Evangelio que duró sesenta y cinco años.
En ese tiempo, el pueblo evangélico estaba todavía bajo la fuerte influencia del avivamiento que hubo en Gales en 1904-1905, que ahora se manifestaba en una búsqueda de una experiencia más profunda con el Señor Jesucristo. Fue en este contexto espiritual que el joven T. Austin-Sparks dio sus primeros pasos como cristiano. Él siempre leía mucho, en su deseo de tener algún entendimiento espiritual, y por sobre todo, estudiaba su Biblia, siempre buscando ardientemente los tesoros nuevos y viejos que en ella pueden ser hallados.
En aquellos días, uno de los mayores predicadores de Inglaterra, G. Campbell Morgan, deseando ayudar a un grupo de jóvenes en el estudio de la Palabra, comenzó a tener reuniones con ellos todos los viernes. Por 52 semanas, Campbell Morgan se reunió con ellos y los preparó para el servicio cristiano. Entre sus alumnos más aventajados estaba T. Austin-Sparks. Por esa razón, él pasó a ser muy requerido como expositor en conferencias. Su enseñanza bíblica era bien original en la época, especialmente en relación a los esbozos de los libros de la Biblia, o a los esbozos de la Biblia como un todo.

El cielo abierto

Entre 1912 y 1926 fue pastor de tres iglesias evangélicas en Londres. Por largo tiempo, buscó la comunión con otros pastores, como George Patterson y George Taylor, con quienes oraba todos los martes al mediodía. Cierta vez, mientras ministraba en una iglesia bautista, él vio venir una tremenda transformación sobre toda la congregación. Uno tras otro, los conocidos fueron siendo salvados. Pero Austin-Sparks, pese a ser un joven bastante conocido y tener mucho futuro, sentía una tremenda pobreza en su vida. Él sentía que estaba predicando cosas que, en realidad, no eran su experiencia. Él no tenía dudas de que había nacido de nuevo, de que Dios lo había salvado, de que había sido justificado, de que el Espíritu Santo era realmente el Espíritu de Dios, de que Cristo era el Ungido, pero él sentía que estaba predicando cosas que él mismo no experimentaba. Sentía que profetizaba mucho pero que poseía muy poco. Por naturaleza, él era alguien que se entregaba completamente a lo que creía, nunca se contentaba con una posición intermedia. Gradualmente una tremenda tensión comenzó a crecer dentro de él. Comenzó a sentirse un fracaso.
Entonces, cierto día, él le dijo a su esposa: “Voy a mi estudio. No quiero que nadie me interrumpa. No importa lo que suceda, yo no saldré del cuarto hasta que tenga decidido qué camino voy a tomar”. Él sentía inmensamente la necesidad de que el Señor lo encontrase de una forma nueva, o no podría continuar su ministerio. Había llegado al final de sí mismo. Encerrado en aquel cuarto pasó la mayor parte del día, quieto delante del Señor.
En un momento, comenzó a leer la epístola a los Romanos, pero nada sucedía. Él la conocía muy bien, pues la había enseñado muchas veces. Nada de nuevo le mostraba ahora, hasta que llegó al capítulo 6. Él mismo diría después: “Fue como si el cielo se hubiese abierto, y la luz brilló en mi corazón”. Por primera vez él comprendió que había sido crucificado con Cristo y que el Espíritu Santo estaba en él y sobre él para reproducir la naturaleza de Cristo. Eso revolucionó completamente su vida. Cuando salió de aquel cuarto, él era un hombre transformado. Ahora realmente comenzó a predicar a Cristo, a magnificar al Señor Jesús.
Luego comenzó a enseñar lo que llamaba “el camino de la cruz”, dando gran énfasis a la necesidad de la operación subjetiva de la cruz en la vida del creyente. Él predicaba un evangelio de una plena salvación a través de la sola fe en el sacrificio de Cristo, y enfatizaba que el hombre que conoce la purificación por la sangre de Jesús debe también permitir que la misma cruz opere en las profundidades de su alma para libertarlo de sí mismo, y llevarlo a un caminar más espiritual con Dios. Él mismo había pasado por una crisis y aceptó el veredicto de la cruz sobre su vieja naturaleza, percibiendo que esa crisis fue el comienzo para disfrutar completamente la nueva vida de Cristo, experiencia tan grandiosa, que él la describía como un “cielo abierto”.

Rechazamiento

Sparks recibió gran ayuda espiritual de la Sra. Jessie Penn-Lewis, a quien el Señor le diera un claro entendimiento sobre la necesidad de la operación interior de la cruz en la vida del creyente. Gracias a ella, Sparks se libró también de un prejuicio anterior que tenía contra cualquier cosa que estuviera relacionada con una “vida más profunda”. Sparks se tornó un predicador y maestro muy querido y popular en medio del llamado “movimiento Vencedor”.
Sparks veía que no hay otro camino para experimentar plenamente la voluntad de Dios, a no ser a través de la unión con Cristo en Su muerte. Siempre volviendo a la enseñanza de Romanos 6, era convencido de que tal unión es el medio seguro para conocer el poder de la resurrección de Cristo.
Sin embargo, la experiencia que Sparks tenía, en vez de abrirle las puertas para todos los púlpitos, le cerró la mayoría de ellas. Los líderes le temían, pues hallaban que algo extraño le había sucedido, algo peligroso, algo errado. Y así comenzaron a oponérsele.
Hubo un momento en que él se quedó en la calle, sin casa donde morar con su esposa e hijos. Pero el Señor luego le proveyó una morada en la calle Honor Oak. Una señora que servía al Señor como misionera en la India y había sido grandemente ayudada a través de su ministerio, oyó decir de una gran escuela en la calle Honor Oak que estaba a la venta. Entonces compró la propiedad y la dio a la iglesia. El local de esa escuela vino a ser un local de comunión cristiana, sede de la “Christian Fellowship Center” (Centro de Comunión Cristiana), y de las Conferencias “Honor Oak”. Allí se realizaban estas conferencias tres o cuatro veces al año, a las cuales venían personas de todas partes.

“Honor Oak”

Desde allí, y por un período de cuarenta y cinco años, Austin-Sparks ejerció una amplia y profunda influencia entre los cristianos de todas las confesiones y de diversos países. Muchos llegaban a la calle “Honor Oak” para escucharlo, y para invitarlo, a su vez, a dictar conferencias en muchos lugares.
Austin-Sparks se mantuvo en estrecho contacto con otros obreros cristianos como Bakht Singh, de la India y Watchman Nee, de China. Con este último tuvo una verdadera amistad, que se vio reforzada durante el año de estadía de éste en Londres, en 1938. Algún tiempo antes, Nee había leído algunos escritos suyos y había sido grandemente ayudado por ellos. Algunos creen que Nee consideraba a Sparks como su mentor espiritual. Sparks, a la sazón de 49 años, se sentía muy a gusto con ese joven creyente chino –de sólo 35– tan aventajado en el conocimiento de las Escrituras.
Poco después, sin embargo, comenzó la 2ª Guerra Mundial y aquellas conferencias cesaron, pues el mundo todo estaba en turbulencia. Aun así, al terminar la Guerra hubo un período maravilloso en la historia de aquella obra y ministerio. De 1946 hasta 1950 hubo conferencias llenas de la presencia del Señor.

Sufrimientos

Por diversas razones, muchos sufrimientos vinieron a la vida de T. Austin-Sparks. A pesar de aparentar estar muy bien, el hermano Sparks sufría mucho por causa de su precaria condición de salud, con dolorosas úlceras gástricas, causadas tal vez por el hecho de ser tan reservado e introvertido. Frecuentemente él se postraba por el dolor y quedaba incapacitado de continuar la obra. Con todo, una y otra vez él se levantaba, algunas veces muy debilitado por la enfermedad, y el Señor lo usaba poderosamente. Algunas de las mejores conferencias fueron exactamente en épocas en que él pasaba por muchos dolores. Por eso, generalmente él hablaba sentado. El medio que Dios usó para darle alivio fue a través de una cirugía en el estómago, lo que le trajo gran mejoría física, y más de veinte años de una vida activa por el Señor en muchos lugares.
Por varias razones, muchos otros sufrimientos vinieron a su vida. Él creía que, si por un lado la cruz envuelve sufrimiento, por otro lado, ella es también el secreto de la gracia abundante. Por ella el creyente es llevado a un disfrute más amplio de la vida de resurrección, y también a una verdadera integración en la comunión de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. Él reconocía la gran ayuda que significaba para él la oración de los hermanos, y ellos, a su vez, reconocían el impacto espiritual que tales sufrimientos producían en ellos.
La oposición que enfrentaba Sparks era increíble. Libros y panfletos se escribían contra él; predicadores predicaban contra él, lo que le daba fama de ser un falso maestro, lleno de ardides. Este aislamiento total en que lo colocaban era, de todas maneras, la prueba más dura que él soportaba. Todos los años él asistía a la Convención de Keswick. Allí, tras la plataforma estaba escrito: “Todos somos uno en Cristo”; sin embargo, solía ser ignorado por aquellos que alguna vez habían servido a su lado. No le dirigían ni una sola palabra, y le volvían la espalda. Eso era para él mucho más difícil de ser soportado que todos los otros problemas.
Algunas dificultades con el local de comunión “Honor Oak” hicieron que las conferencias allí cesaran. Él mismo, no obstante, continuó con los hermanos, guardando intactos los lazos de la comunión, mostrando un interés lleno de amor para con la nueva generación, siempre compartiendo con ellos sobre adoración y oración. De hecho, la oración caracterizaba su vida aún más que la predicación.

Sin ‘copyright’

Uno de los principales instrumentos de su ministerio, fue la revista bimestral “A Witness and A Testimony” (Un testigo y un testimonio) –“este pequeño periódico” como le llamaba él –, en que publicó muchas de sus enseñanzas, junto con las de otros obreros, como los ya citados, y F.B. Meyer, A.W. Tozer, Andrew Murray, De Vern Fromke, Jessie Penn-Lewis, G.H. Lang y Stephen Kaung, para citar los más conocidos. Muchos de los artículos de esta revista jamás se han vuelto a publicar. El clamor que presentan sus mensajes una y otra vez es que los creyentes crezcan en el conocimiento pleno de Cristo, conocerlo a Él como el único, el todo en todo, la Cabeza de todo. Desde el principio de la publicación de “A Witness and A Testimony” él rechazó adscribirse a algún movimiento, organización o misión, o a un cuerpo aislado de cristianos, porque consideraba que su ministerio estaba dirigido a “todos los santos”. Él nunca pudo pensar en cristianos aislados, ni en asambleas de grupos aislados, sino que intentó mantener siempre ante él el propósito divino de la redención, que es la incorporación de todos los creyentes como miembros vivos de un cuerpo.
T. Austin-Sparks escribió alrededor de un centenar de libros, y compartió muchos mensajes que aún se hallan grabados en cintas, pero, por deseo expreso suyo, nada de ese material tiene ‘copyright’ o derechos de autor, porque consideraba que lo que le había sido dado por el Espíritu de Dios debía ser compartido libremente con todo el Cuerpo de Cristo.

Algunos énfasis de su ministerio

Sparks siempre utilizaba algunas frases que, en la época, prácticamente no eran oídas en otro lugar. Una de ellas era que “la iglesia es el cuerpo de Cristo”, otra era que “precisamos tener una vida de cuerpo”, que “los miembros de Cristo son miembros los unos de los otros”. Cierta vez él dijo: “Podemos tomar la iglesia, que es el Cuerpo de nuestro Señor Jesús, unida a la Cabeza que está a la diestra de Dios, y reducirla a algo terreno, hacer de ella una organización humana”. Todas estas frases eran consideradas muy extrañas. En el mundo cristiano de entonces se hablaba sobre conversión, sobre estudio bíblico, sobre oración, sobre testimonio, sobre misiones, sobre vida victoriosa, pero nada se oía sobre la Iglesia, sobre el Cuerpo de Cristo, sobre el ser miembros los unos de los otros. Él era una voz profética solitaria. Por eso fue aislado, rechazado y calumniado.
Uno de los énfasis de su ministerio fue “la universalidad y la centralidad de la cruz”. Para él, todo comenzaba con la cruz, venía a través de la cruz, y nada era seguro aparte de la cruz. Él acostumbraba decir que ningún hijo de Dios está seguro, hasta que le entregue su vida a Él. Que ningún hijo de Dios realmente le sirve, hasta que le entregue su vida a Él. Ninguna comunión entre el pueblo de Dios es segura, hasta que ellos hayan entregado sus vidas a Él. Todo vuelto hacia el altar.
Otro énfasis era “la preeminencia del Señor Jesús”. Para él el Señor Jesús era el inicio y el fin de todo. El Alfa y la Omega, el Primero y el Último. Él veía que todo está en Cristo, toda la nueva creación, el nuevo hombre, todo. Tal vez uno de sus primeros libros – “La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo” – sea lo que mejor caracterice toda su vida y ministerio. “¿Dónde está el Señor?” – decía siempre. “¿Dónde está el Señor en la vida de esa persona?”, “¿dónde está el Señor en el servicio de esa persona?”, “¿dónde está el Señor en el ministerio de esa persona?”. Él acostumbraba decir: “Si nosotros quisiéramos que venga luz del trono de Dios, sólo hay que hacer una cosa: Darle al Señor Jesús el lugar que el Padre le dio. Esa es la forma de ser preservados de errores, de compromisos, de desvíos, y de ser librados de comenzar en el Espíritu y terminar en la carne.”
Austin-Sparks veía la iglesia como “la casa espiritual de Dios”, como la novia de Cristo, como el Cuerpo del Señor Jesús. Su entendimiento sobre la iglesia era muy claro. Él creía en la casa espiritual de Dios de la cual somos piedras vivas, edificados juntos, y que debemos crecer como templo dedicado al Señor, para habitación de Dios en el Espíritu. “Esto – decía – es el corazón de la historia, el corazón de la redención.” Él también acostumbraba decir: “Hay algo mayor que la salvación”, por lo cual muchos se airaban contra él, y decían que hablar de ese modo no era bíblico. Pero Sparks siempre respondía: “La salvación no es el fin, sino el medio para el fin. El fin que el Señor tiene es su habitación, es su casa espiritual, su habitación en el Espíritu, y la salvación es el medio para colocarnos en esa casa espiritual de Dios”.
Todavía otro énfasis de su ministerio era la “batalla por la vida”. Él acostumbraba decir que “si hay alguna vida espiritual en usted, todo el infierno se va a levantar para extinguirla. Si hay vida espiritual en su ministerio, todo el infierno se va a levantar para acabar con él. Si hay vida espiritual en la comunión de los cristianos, todo el infierno se va a levantar contra ella. Tenemos que aprender cómo pelear la buena batalla de la fe y echar mano de la vida eterna. Tenemos que aprender cómo mantenernos en vida.”
Una y otra vez él decía que todo lo que es relacionado con Dios es vida. Vida, más vida, vida abundante. No muerte, sino vida. Hasta la misma muerte de cruz es para traernos la vida, y cuanto más conocemos la muerte de Cristo, más debemos conocer la vida de Cristo. Por tanto, esa es una batalla por la vida.
Un último énfasis era la “intercesión”. Él acostumbraba decir que “el llamamiento real de la iglesia es para interceder. Intercesión es mucho más que oración. Cualquiera puede orar, pero usted necesita tener una madurez mínima para poder ver, para poder pasar por dolores de parto, para que haya nacimiento. Intercesión no requiere sus labios, sino requiere todo su ser. No requiere diez minutos de su día, ni una hora, sino requiere de usted veinticuatro horas cada día. Es la oración incesante.” Su vida fue una constante batalla de oración, en que cogía literalmente a los enemigos invisibles de la voluntad de Dios para traerlos cautivos, oración que alternaba con aquella clase especial de oración en que se ofrece a Dios la alabanza y la adoración debida a su Nombre.

Magnificaba al Señor

Austin-Sparks fue un gran hombre, y los grandes hombres también tienen fallas. Él poseía debilidades, mas la impresión que quedaba en quienes le conocían no eran esas debilidades, sino el hecho de que él siempre magnificaba al Señor Jesús, no sólo con sus palabras, sino con su vida. Su propia presencia traía algo del Señor Jesús. Siempre que él llegaba o hablaba, se recibía la convicción de cuán grandioso es el Señor Jesús. Él siempre magnificaba al Señor Jesús. Eso fue algo que el Señor hizo en él de tal forma que su presencia y su ministerio glorificaban al Señor.
Otra impresión que él dejó fue de alguien que siempre estaba prosiguiendo. Nunca parecía que él estaba estacionado sino siempre prosiguiendo. Eso era sentido por su presencia y por su ministerio. Él acostumbraba decir: “¡No paremos! ¡Vamos adelante, prosigamos! El Señor todavía tiene más luz y más verdad para hacer brotar de Su Palabra. Prosiga, prosiga a todo aquello para lo que el Señor le conquistó”.
Otra impresión que él dejó es de que él siempre parecía ministrar bajo la unción. Ese era un secreto que este hermano poseía. Él sabía cómo permanecer bajo la unción, para no dar comida muerta, para no dar lo que él pensaba, sino para dar siempre aquello que Dios le había dado. Aun otra impresión que quedó de su vida es una gran determinación en cumplir aquello que Dios le había dado para hacer. En muchas situaciones que acontecían para hacerlo desanimar y detenerse, él sentía que no podía dejar a Satanás vencer – era una batalla por la vida.
Al final de su vida, T. Austin-Sparks estaba solo. Había muy pocas personas con él. Campbell Morgan, Jessie Penn-Lewis, F.B. Meyer y A.B. Simpson tuvieron gran influencia en su vida. Muchas veces y de muchas formas F.B. Meyer trajo a Sparks a una relación más profunda con el Señor. Meyer acostumbraba a decir que Sparks era una voz solitaria profética en un desierto espiritual, llamando al pueblo de Dios de vuelta a la realidad, a lo que es genuino, al propio Señor Jesús.
En abril de 1971, el hermano Sparks partió a descansar, a la espera de la resurrección.

La medida de un ministerio

Si la medida del ministerio de un hombre se mide en relación a cuánto él exaltó a Cristo, entonces Austin-Sparks no admite comparación. Ciertamente, sus escritos hablan poco del Cristo de Galilea, pero él ha mostrado hermosamente al Señor resucitado y entronizado. Incluso más, al mostrar al insuperable Cristo dentro de nosotros. La línea de oro que une todos sus escritos es la exaltación de su Señor. Alguien ha dado el siguiente testimonio: “Él nos ha dado más visión espiritual de Cristo que quizá cualquier otro hombre en los últimos 1700 años”.
Después de la muerte de Austin-Sparks en 1971, un hermano escribió: “Quizá uno de sus primeros libros puede darnos un mejor indicio de su vida entera y de su ministerio: “La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo”. Aquí fue donde empezó y fue aquí donde él terminó, porque fue notorio en sus últimos años que él perdió el interés en todas las cosas y concentró su atención en la persona de Cristo. Este era el objetivo de su vida y de todas sus predicaciones y enseñanzas”.
En su servicio fúnebre hubo centenares que dijeron sinceramente que el hermano Sparks les había ayudado a conocer a Cristo de una manera más plena y satisfactoria. Si alguien puede hacer que los hombres comprendan algo más del valor y maravilla de Cristo para que le amen más y le sirvan mejor, entonces el tal no habrá vivido en vano.


***

SU MUERTE NO FUE ACCIDENTE

Uno de los milagros más grandes que Jesús hizo en toda su vida se
llama la salvación la cual, hasta el día de hoy, ha sido una de las
más grandes y maravillosas historias que la humanidad haya conocido.

Dios, estando en el cielo y mirando nuestra condición pecaminosa,
sabiendo que necesitábamos una redención, envió a su único Hijo para
poder hablarnos, vivir entre nosotros, mostrar su naturaleza divina y
comprobarnos que, como hombres, podemos vivir libres de pecado, con
la fuerza del Espíritu Santo y que podemos caminar, hablar, pensar,
tratar a la demás gente, abrazar, amar, consolar, acariciar y llegar
a ser como Jesús.

La muerte de Jesús no fue un accidente, ni algo que sucedió por algún
sistema equivocado judicial o legal, la muerte de Jesús fue algo que
en la eternidad de Dios, fue planeado. Dios lo pensó y puso todo en
orden porque tenía un plan: la salvación del ser humano, el poder
vivir eternamente al lado de Dios nuestro Señor.

No hay algo más contundente y comprobado que lo que Jesús habló y lo
que selló el hecho de que El fue y es realmente el Hijo de Dios, es
precisamente que hoy en día existe una tumba que esta vacía. Usted
puede visitar las tumbas de muchos otros hombres que dijeron y
declararon cualquier cantidad de cosas autoproclamándose los "mesías"
pero sólo uno de ellos tiene una tumba vacía y esa es la tumba de
nuestro Señor Jesucristo; ¡está vacía para siempre!

Quizás usted se pregunte, ¿qué significa redención? Es que el plan
perfecto de Dios, la razón por la que El envió a Jesucristo. Redimir
algo simplemente significa pagar un precio para volverlo a comprar.
Usted y yo hemos sido comprados por el mismo que nos creo. El nos ha
comprado con su sangre preciosa.

Dice Romanos 3:23 que por cuanto todos hemos pecado, estamos
destituidos, separados, sin acceso a la gloria de Dios. Y cualquiera
que dice que nunca ha pecado, en el momento de decirlo, ya comete un
pecado porque dice una mentira. Romanos 6:23 dice que la paga del
pecado es la muerte. Usted y yo como pecadores merecemos la muerte y
solamente si alguien estuviera dispuesto a pagar el precio de muerte,
es que podríamos ser libres de la condena eterna que trae la muerte.
Pero ¿quién iba a pagar nuestra condena? Hubo alguien que miró
nuestra condición, que no teníamos la forma de pagar un precio de
sangre, y se ofreció, fue delante de su Padre y dijo, "Yo me ofrezco,
yo seré ese sacrificio perfecto. No quiero que ellos mueran, yo voy a
morir en su lugar para que el precio de su pecado quede de una vez y
para siempre pagado".

¿Por qué lo habrá hecho? ¿Por qué fue Jesús movido a pagar nuestra
condena? La única razón es por lo tanto que nos amó. La Biblia
dice, "de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito,
para que cualquier persona que crea en El" – no en los libros, ni en
los filósofos o en las filosofías, estratagemas y pensamientos de
hombre – "no se pierda mas tenga vida eterna". Lo único que le va a
garantizar a usted la salvación eterna de su alma es creer en
Jesucristo, nuestro Señor. El es el camino, El es la vida, El es la
verdad, nadie puede acercarse al Padre sino es por El. Solamente
creyendo en El tendremos vida eterna.

Romanos 5 dice, "mas Dios mostró su amor para con nosotros en que
siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros". En Juan
capitulo 15 Jesucristo mismo dijo, "el amor más grande que uno puede
tener es dar su vida por sus amigos". El hecho de que Jesús dio su
vida por nosotros quiere decir que El se considera amigo nuestro. El
fue a la cruz pensando en todos nosotros. Jesús no murió por
accidente, su propósito, su destino, su misión, su sueño fue que al
morir, usted y yo tuviéramos vida porque soñó con nuestra victoria.

Cuando Jesús declaró "consumado es", los cielos se estremecieron, se
hizo noche, la tierra se sacudió y cuando El colgó su cabeza, cuando
rindió su cuerpo a la muerte fue cuando empezaron una parranda en el
infierno. "Finalmente" - pensó Satanás – "ya lo tengo donde lo
quiero, lo voy a poder sepultar". Y Satanás se dijo por dentro, "yo
tengo las llaves de la muerte, las llaves a la tumba, yo puedo hacer
con Jesús lo que quiera". Pero de repente, muy temprano en la mañana,
por primera vez hubo luz en el infierno. De un momento a otro el
diablo sintió una presencia que El desconocía, se sintió medio
aturdido, medio atarantado; se despertó y dijo, "y esa luz, ¿de dónde
viene? ¡Quítenme esa luz!" Cuando El volteó para ver por el pasillo
del infierno, caminaba el mismo Hijo de Dios rumbo al trono satánico,
directo hacia Satanás y le dijo "quiero las llaves, dame las llaves,
diablo mentiroso. Tomaste una vida libre de pecado, con sangre real,
pura, sin error. Diablo, perdiste, me quisiste dar muerte pero ahora
estoy aquí, vivo, delante de ti para decirte: dame las llaves a la
muerte, al infierno, al pecado y al temor". ¡Jesucristo tomó la
autoridad, Jesucristo tomó las llaves! ¡El vive hoy, victorioso sobre
la muerte, sobre el infierno y sobre la tumba! Victorioso es nuestro
Señor. ¡Hoy en día hay una tumba vacía!

La mañana en que Cristo resucitó, unas mujeres que fueron a su tumba,
ellas pensaban que lo iban a volver a ungir, lo cual era un rito
normal que hacían con los recién enterrados. De repente se
encontraron con que alguien movió la piedra, que no había nadie en el
sepulcro y empezaron a lamentarse, a llorar, a preocuparse y a
decir, "¡alguien se robó a nuestro Maestro, alguien se lo llevó, lo
movieron de este lugar!" ¿Dónde estaban los guardias? Habían sellado
la tumba al estilo romano para que nadie, sin la firma autorizada,
pudiera quitar esa piedra. "¿Qué hicieron con Jesús?" De repente
sintieron a alguien detrás de ellas que vino y les preguntó, "¿qué
vienen a hacer ustedes señoras?" "Venimos a ungir a nuestro Maestro" -
respondieron. Y la pregunta fue, "¿POR QUE buscan entre los muertos
al que vivo está? El que ustedes han venido a ungir, no esta en la
tumba, ¡HA RESUCITADO!"

Alabe al Cristo resucitado. ¡Hay una tumba vacía! Hay un Mesías
resucitado, una victoria completada, una vida eterna comprada para
cada uno de nosotros. Pero también hay un diablo derrotado que esta
debajo de nuestros pies. Pisotéelo cada oportunidad que usted pueda.
Cuando usted brinque y alabe a Dios, sepa que esta usted brincando
arriba de la cabeza del diablo. Brinque más fuerte, brinque mas alto
porque él ha quedado debajo de nuestros pies. Los demonios están
confundidos y la muerte ha sido tragada en victoria.

Preguntó el apóstol Pablo, "¿dónde esta, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde esta, oh sepulcro, tu aguijón?" La respuesta está en que
Cristo está sentado sobre el trono de autoridad eterna. No hay diablo
que a usted lo pueda vencer si usted tiene al victorioso viviendo
dentro de usted. No hay demonio que lo pueda detener a usted. Si
usted tiene a Cristo en su corazón, no hay muerte que lo pueda a
usted sorprender.

Romanos 8 dice, "el mismo Espíritu" - no otro espíritu - "que
resucitó a Cristo de los muertos". El mismo Espíritu que movió esa
piedra, que sorprendió a esa guardia romana y que sopló vida a ese
cuerpo muerto de Jesucristo, ese mismo Espíritu ahora vive en cada
uno de nosotros; EL MISMO ESPIRITU. Y ese mismo Espíritu que le dio
vida a Jesús – declara el apóstol Pablo – nos va a dar vida a cada
uno de nosotros, los que creemos.

Por Marcos Witt.

AUNQUE TU VIDA SEA UN FRACASO,

" Estas cosas os he hablado, para que mi gozo este en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido "
( San Juan 15 : 11 )



No estas viviendo tus mejores dias, ni recibiendo una medalla o un trofeo; no estas escuchando el aplauso de tus seguidores ni los mimos de unas manos cariñosas; no estas siendo objeto de palabras que den aliento por parte de tus amigos, cuando te ven sufrir, y tu sigues confiando en Dios.
Cuando Cristo dijo estas palabras a sus discipulos, recientemente habia anunciado la negacion de Pedro, y posteriormente les dijo que el mundo los aborreceria, sin embargo, les dice :
" Estas cosas os he hablado, para que mi gozo este en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido "
Les habla de su gozo y tambien del de ellos.
No importa lo que este pasando a tu alrededor, no importa que el mundo entero te aborrezca, esta escrito que te iban a tender trampas, a obstaculizar el camino, a negarte, a tratar de hacerte pedazos, a hundirte en la mas profunda angustia y desesperacion, con el fin de que te sientas tan debilitado para que llegues a pensar que eres un error, un mal calculo o un ser que debio ser abortado, porque nada te sale bien en este mundo.
Cristo sintio gozo al ser fiel a su Padre, y al formar a sus nuevos siervos, les explico por todo lo que tendrian que pasar, pero tambien les prometio que el gozo de Cristo estaria con ellos, hasta que cada uno obtuviera su propio gozo.
Amada ovejita :
Estas palabras son para ti que te sientes morir del dolor, recuerda que Cristo esta obrando en tu favor, El esta a tu lado para que superes esa crisis, en este momento, el mismo Dios tambien esta sufriendo a tu lado, pero te sacara de ese lugar en forma milagrosa, El sabe que le has sido fiel, que has confiado en El, que has estado esperando en El.
Ya no mires hacia las cuatro paredes, ya no llores mas, tus mejillas estan con muchas huellas de lagrimas que han corrido como rios , tu corazon esta tan golpeado que ya no soporta mas; ya no te culpes; deja de pensar en el fracaso y en los que te han hecho daño; toma una bolsa para basura y desecha lo que te atormenta.
Cristo esta haciendo una nueva etapa para tu vida, todo sera nuevo, porque recuerda, que El lo prometio y no descansara hasta ver tu gozo completo.


Oracion
Amado Padre Santo, te pedimos especialmente que ayudes a tus ovejitas que estan pasando por graves momentos de dolor y angustia.
Te rogamos que los levantes de ese lugar de tormento y abatimiento.
Sabemos que solo un milagro tuyo los puede rescatar.
Confiamos en que los ayudaras, y les haras llegar tu gozo.
En el nombre de Cristo Jesus
Amen y amen.

miércoles, septiembre 26, 2007

Una semblanza de Charles Henry Mackintosh (C. H. M.) – el conocido maestro de las Sagradas Escrituras.

Una semblanza de Charles Henry Mackintosh (C. H. M.) – el conocido maestro de las Sagradas Escrituras.
Un escriba docto en el reino de los cielos
Sobre Charles Henry Mackintosh –conocido mundialmente por sus iniciales C. H. M.– no se conoce mucho. De hecho, no lo suficiente como para redactar una biografía. Pero ¿por qué intentaremos reunir algunos de los escasos datos acerca de su vida? Por una razón muy simple: él fue uno de los más grandes maestros de la Palabra en la historia de la Iglesia.
Aunque su vida estuvo rodeada por todo un enrarecido ambiente de grandes controversias y pasiones por asuntos de doctrina, se puede percibir en ella una genuina pasión por Cristo, y un inclaudicable amor por la Palabra escrita. Sus escritos rezuman tanta luz y claridad que han servido para alumbrar muchos corazones en las generaciones que han sucedido.
Nacimiento y primeras experiencias
Charles Henry Mackintosh nació en octubre de 1820, en Glenmalure Barracks, condado de Wicklow, Irlanda. Su padre fue capitán del regimiento de Highlanders, y su madre fue hija de Lady Weldon, cuya familia se había establecido en Irlanda desde hacía mucho tiempo. Cuando tenía 18 años, el joven Mackintosh fue despertado espiritualmente a través de la lectura de cartas que le escribía su devota hermana después de su conversión. Obtuvo la paz con Dios a través de la cuidadosa lectura del artículo de J. N. Darby Las operaciones del Espíritu, aprendiendo de él que «lo que nos da la paz con Dios es la obra de Cristo por nosotros, y no la obra de Cristo en nosotros».
A los 19 años de edad dejó la iglesia Anglicana para unirse a los Hermanos, en Dublín, donde J. G. Bellet ministraba con gran acierto. Por este tiempo, leía mucho la Palabra y se dedicó con fervor a varios estudios. Cuando tenía 24 años, abrió una escuela privada en Westport, y se entregó con entusiasmo a su labor docente. Sin embargo, pese a su profesión, siempre consideró a Cristo como el centro de su vida, y el servicio para Cristo constituía su principal preocupación.
Nace un periódico cristiano
Por el año 1853, tras 9 años de labor docente, renunció a su tarea docente por temor a que ella suplantara su servicio para Cristo como interés principal, al cual entonces, con el sostén del Señor, consagró su vida y se dedicó por entero al ministerio de la Palabra, tanto escrito como público.
Poco tiempo después de ingresar al ministerio, se sintió guiado a iniciar un periódico de edificación cristiana, del que continuó siendo redactor y editor por 21 años: Things New and Old (Cosas Nuevas y Viejas, en referencia a Mateo 13:52), en el que aparecieron publicados la mayoría de sus escritos. Con su acostumbrada claridad y energía, declaró en parte de su presentación: «Somos responsables de hacer que la luz alumbre por todos los medios posibles; de hacer circular la verdad de Dios por todos los medios, ya a través de las palabras de la boca, ya por medio de papel y tinta; ya en público, ya en privado, «a la mañana y a la tarde»; «a tiempo y fuera de tiempo»; debemos «sembrar junto a todas las aguas». En una palabra, ya sea que consideremos la importancia de la verdad divina, el valor de las almas inmortales o el terrible progreso del error y del mal, somos imperativamente llamados a estar de pie y a actuar, en el nombre del Señor, bajo la guía de su Palabra y por la gracia de su Espíritu».
Aunque era un hombre de carácter, siempre vivía en una atmósfera de profunda devoción, manifestando un ferviente amor no sólo por los hermanos, sino también por las almas perdidas. Un espíritu afable y cortés le caracterizaba, lo que hacía que evitara los conflictos y controversias, en tanto le fuera posible.
Sin embargo, no siempre se vio libre de ellos. En una carta a J. A. Trench, expresa de la siguiente manera la absurda lógica de las disputas doctrinales: «El alboroto que se ha hecho sobre la doctrina es para mí muy humillante. La verdad, que ha sido corriente entre nosotros durante cincuenta años, se ha transformado hoy en una materia de disputa. Me recuerda a dos hombres que discuten sobre la forma de un globo –uno está dentro, y el otro fuera. El primero sostiene que es cóncavo, y el otro resueltamente afirma que es convexo: ellos no ven que, para sacar una conclusión legítima, deben cesar sus disputas, y considerar ambos lados».
Sus obras cumbres
En cuanto a su ministerio, no hay registro de su ministerio oral, pero, sin duda, son sus Notas sobre el Penta-teuco la obra que marcó más profundamente su servicio. Todavía gozan de gran popularidad no sólo en sus varias ediciones en inglés, sino en muchos otros idiomas a los cuales han sido traducidas y siguen traduciéndose. Se ha dicho que si bien J. N. Darby fue el autor más prolífico de los «hermanos», las obras de C. H. M. son las que mayor número de veces han salido de la imprenta.
Sus escritos han sido de gran influencia en el mundo entero. Miles de cartas de agradecimiento llegaban de todo el mundo por tanta ayuda recibida en la comprensión de las Escrituras a través de su ministerio escrito, y especialmente en la comprensión de los tipos de los cinco libros de Moisés. Del mundo evangélico, Dwight L. Moody y C. H. Spurgeon reconocieron muy especialmente la ayuda recibida por los libros de Mackintosh, los que siempre recomendaban muy encarecidamente. De sus notas al Pentateuco, Spurgeon dijo que eran «preciosas y edificantes, grandemente sugestivas, aunque con las peculiaridades de su grupo».
Las «Notas sobre el Pentateuco» en inglés, aparecieron publicadas en seis volúmenes, comenzando con el Génesis, de 334 páginas, y concluyendo con dos volúmenes sobre el Deuteronomio de más de 800 páginas. El prefacio a cada volumen de las «Notas» fue escrito por su amigo y colaborador Andrew Miller, de quien se dice que fue el que le animó a escribir sus «Notas» y quien financió en su mayor parte su publicación. Miller dijo respecto de estas «Notas», que «presentan de una forma sorpren-dentemente completa, clara y frecuente la absoluta ruina del hombre en pecado y el perfecto remedio de Dios en Cristo». Efectivamente, Mackintosh escribía en un estilo notablemente claro, muy distinto de J. N. Darby, el cual le dijo en cierta oportunidad: «Usted escribe para ser entendido, yo solamente pienso sobre el papel».
Otra serie muy conocida de C. H. Mackintosh, y que fue también numerosas veces reeditada, son los Miscellaneous Writings (Escritos misceláneos), cuya primera edición apareció en 1898 en seis volúmenes que sobrepasan las 2500 páginas, los cuales consisten en una selección de artículos que escribió para el periódico «Things New and Old» (hoy en día se publican en un solo volumen de 908 páginas de doble columna). Desde entonces, la demanda por esta colección de escritos no ha cesado y han sido reimpresos una y otra vez hasta hoy.
En los «Miscellaneous Writings» encontramos unos excelentes comentarios de Mackintosh sobre la evangelización. En el volumen cuatro leemos de su artículo «La gran comisión», sobre Lucas 24:44-49, lo siguiente:
«Nuestro divino Maestro llama a los pecadores a arrepentirse y creer al Evangelio. Algunos nos quieren hacer creer que es un error llamar a personas «muertas en delitos y pecados» a hacer algo. ‘¿Cómo’ –arguyen– ‘pueden aquellos que están muertos, arrepentirse? Ellos son incapaces de cualquier movimiento espiritual: deben recibir primero el poder, antes de arrepentirse y creer.’
«¿Qué contestamos a esto?: Simplemente que nuestro Señor sabe más que todos los teólogos del mundo qué es lo que debe ser predicado. Él sabe todo acerca de la condición del hombre: su culpa, su miseria, su muerte espiritual, su falta total de esperanza, su total incapacidad de producir siquiera un solo pensamiento recto, de pronunciar una sola palabra justa, de hacer siquiera un acto de justicia. Sin embargo, Él llama a los hombres a arrepentirse. Y esto nos basta. No debemos ocuparnos en tratar de reconciliar aparentes discrepancias. Puede parecernos difícil reconciliar la completa incapacidad del hombre con su responsabilidad delante de Dios; pero Dios es su propio intérprete, y él hará que estas cosas resulten claras. Nuestro feliz privilegio, y nuestro deber irrenunciable, es creer lo que él dice, y hacer lo que él dispone. He aquí la verdadera sabiduría, la que da como resultado una sólida paz… Nuestro Señor predicó el arrepentimiento, y él mandó a sus apóstoles a predicarlo; y ellos lo hicieron de manera perseverante».
En la paz de Dios
Los últimos cuatro años de su vida residió en Cheltenham. Cuando, debido a la debilidad de su cuerpo ya no tenía más capacidad para ministrar en público, Mackintosh continuó escribiendo.
El 3 de abril de 1896, apenas siete meses antes de que el Señor se lo llevara, escribió desde Cheltenham: «Aunque ya no tengo más fuerzas para mantenerme erguido frente a mi escritorio, siento que debo enviarle unas afectuosas líneas para notificarle sobre la recepción de su amable carta del día 21 de este mes. Estoy inválido desde hace un año, confinado a estas dos habitaciones. Sigo pobre y bajo los cuidados del médico, padeciendo bronquitis, fatiga, asfixia y gran debilidad en todo mi cuerpo. Pero todo es divinamente justo. El Señor de toda gracia ha estado conmigo y me ha permitido comprender, de una manera muy notoria, la preciosidad y el poder de todo lo que he estado hablando y escribiendo por alrededor de 53 años. ¡Bendito sea su Nombre! Sé que sabrá disculpar este tan pobre fragmento, pues ya no tengo la capacidad de escribir demasiado…»
Su primer tratado, escrito en 1843, había versado sobre «la paz con Dios». Su último artículo, escrito en 1896, pocos meses antes de su partida a la presencia del Señor, se tituló: «La paz de Dios». ¡Qué hermoso significado de madurez espiritual! Hace recordar al apóstol Juan escribiendo primero su evangelio sobre «el amor de Dios», y al final sus epístolas sobre «el Dios de amor». El docto escriba de los Hermanos –pero más que eso, de la Iglesia– estaba preparado para partir.
Durmió en paz en el Señor el 2 de noviembre de 1896. Cuatro días después, una gran compañía de hermanos de muchos lugares se reunió para su entierro en el cementerio de Cheltenham. Fue sepultado al lado de su amada esposa, en la llamada ‘parcela de los Hermanos de Plymouth’, donde yacen los restos de muchos hermanos de ambas corrientes, exclusiva y abierta.
El Dr. Walter T. P. Wolston, de Edimburgo, habló durante el entierro, acerca de Abraham, Génesis 25:8-10, y de Hebreos 8:10. Luego, al dispersarse, los hermanos cantaron el bello himno de Darby:
Luminosos y benditos lugares,donde el pecado ya no tiene entrada;que ven un espíritu anhelantequitado de la tierra,donde nosotros aún peregrinamos.
***

CUANDO DIOS RESTAURA

Cuando Dios restaura a alguien, sea una familia, un matrimonio, una persona, lo que Él restaura siempre se mejora, crece, se multiplica y, sobre todo, supera el estado de "arreglado". Cuando Dios restaura mejora el estado anterior. En el Nuevo Testamento restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las redes rotas.Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de utilidad para la pesca. Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo. Solemos decir: "úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia." Y el Señor dice,: "pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red, y después volverás a ser útil en mi servicio.Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva. Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros... ni es a fuerza de obra humana sino por gracia; la gracia de Dios. Dice en Filipenses 1:6, que: "El que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo". Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él. La palabra dice que la perfeccionará , o sea que va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la palabra nos enseña que vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su tiempo. Cuando nos convertimos a Jesucristo, vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos que al Señor no le agradaban; renunciamos a confiar en las prácticas de curar el empacho, tirar el cuerito, y a todas esas cosas que el Señor abomina. Pero, qué sucede con las conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos desatinos. Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá alguna causa que me provoque actuar así? Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente, poder tener una vida nueva con mi familia,… pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo? El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: ¿Quién esta conciente de sus propios errores? Perdóname aquellos de los que no estoy conciente. Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu Santo de esta manera: "Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores. Yo no lo sé, el Espíritu de Dios lo sabe. Líbrame de lo que yo no conozco. Ilumina, Espíritu Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada". El Espíritu Santo va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y guardadas las cosas feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas. En una oportunidad hablé del sótano de la casa de mi infancia,… al cual yo nunca quería bajar porque era oscuro,.. húmedo,. lleno de telarañas, y siempre pensaba que ahí me iba a encontrar algún fantasma,…. algún monstruo. Así es nuestro "sótano" interior, al que hay que bajar con la luz del Espíritu Santo, para ver qué hay en la parte más oscura, en la más oculta; ver qué es lo que nos hace actuar como nosotros no queremos. Debemos encontrar esas cosas misteriosas a las cuales tememos, y no obstante están en nuestro corazón. Debemos llegar de la mano del Espíritu Santo, porque es mejor hacer este recorrido con EL que ir solos. Podemos ver cristianos que no están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero se sienten mal. Pasan mucho tiempo en estado de angustia o tienen temores,.. ansiedad, problemas de relación en su familia: con los hijos o con los esposos; problemas de relación en los trabajos, problemas de relación en la Iglesia y entonces, ¿qué pasa?, ¿son cristianos, son obedientes, pero qué sucede? Sucede que hay sufrimientos y heridas que no los toca la conversión. Con el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas profundas, sentimientos que necesitan una curación especial por parte del Espíritu. Algunos dicen: "Bueno, si usted sigue así, y todavía está triste y no anda bien su vida, será porque no ora lo suficiente, ore más, tiene que hacer más oraciones". En fin, alabado sea el Señor si podemos orar más, pero con orar más, tampoco alcanza. Otros dicen: "Lo que pasa es que usted no tiene fe, por eso las cosas no le van bien, tiene una fe muy débil". O peor aún, se les crean demonios por todos lados: demonio de tristeza, demonio de angustia, demonio de depresión, y esto provoca mayor desilusión, porque no pueden entender los errores ocultos, se sienten aún más afligidos, terminan creyendo que realmente no están orando bien o que están poseídos. Hay una enorme cantidad de personas que aman al Señor, que conocen las Escrituras y, no obstante, no pueden evitar aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,… tener ataques de ira o ser muy críticos de los demás. Pablo en Romano 7:15 expresa claramente esta situación cuando dice: "No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco"."Yo no quería tratar a mis hijos de la misma manera que lo hicieron conmigo... Es algo que aborrezco, pero lo hago". "Yo no quiero para mi matrimonio la misma relación que tuvieron mis padres, pero no entiendo por qué razón voy en camino a hacer exactamente lo mismo". Estas son algunas expresiones de este fenómeno que parece incontrolable e inexplicable.Romanos resume esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué siguen viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden tratar mejor a las personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente. Pero hay Buenas Nuevas. El Espíritu Santo es capaz de develar esta situación, si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones sin oponer resistencia. Tiene que llegar a su interior, tiene que tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones.Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan, se inflaman, provocan más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se dispersan y contagian a otros.Una restauración se produce luego de una -a veces dolorosa- remoción. Hay que estar dispuesto y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida. Tantas veces una muela –cuya raíz está infectada- tiene como solución la vía "incomoda" de ser extirpada para que no vuelva a molestar ni a contaminar al resto. Es cierto que, por temor al "tirón" o al hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos que son soluciones momentáneas. En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de religiosidad o sobre esfuerzos o "buenas obras" que puedan compensar lo que "hacemos y no entendemos". Las heridas del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos avergüenza. Delante de Dios podemos poner todo tal cual está, pero lo que no hay que hacer es tratar de tapar, decir: "Bueno, yo siento esto pero no, mejor dejémoslo. No hablemos del asunto. Prefiero no hablar. Esto es horrible. Mejor no acordarse". Cuando una persona puede recordar en paz, cualquier cosa que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar, porque está en paz. Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene que dejar espacios en blanco que son innombrables, que son "irrecordables" , es porque ahí algo pasó. Y hay que llegar con el Espíritu Santo para que nuestra vida, nuestra historia sea tal, que podamos asumirla; podamos saber que hemos sido de determinada manera, que hemos conocido al Señor, que hemos tenido una familia en la que nacimos, que nos ha pasado tal o cual cosa. Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos permite tener paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de Cristo.Si vamos al médico porque tenemos una infección en el oído o en la garganta, es muy probable que el médico nos dé un antibiótico y diga: "Usted debe cumplir con el tratamiento. No se trata de que tome una pastilla y ya está curado. Puede llevar siete o diez días de antibióticos, no los interrumpa, para que pueda ser sanado". Esta clase de curación es la del Espíritu Santo. Nos dice: "Llegaste a mí, con esta herida, empecé a tratarla, deja que siga tratando, no huyas, no la tapes, con el solo hecho de que yo haya empezado a tratar esta parte de tu vida o este recuerdo, no quiere decir que ya estés sanado. Vas a iniciar un proceso en el cual yo te voy a ir sanando." Pero por lo general, todos actuamos ansiosamente y queremos ¡ya!, ¡rápido!, ¡ahora!, una solución inmediata, un píldora y, sin más trámite, estar bien. Una oración y me sanaron de las heridas de toda mi vida. Y el Espíritu Santo dice que él nos perfeccionará . La Sanidad Interior va a actuar gradualmente, la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso. Hay que esperar. A veces no es fácil, pero hay que esperar. Dejar que el Señor haga su obra.Muchas personas no dejan que Dios sea Dios. Le voy a compartir algo que pasa muy frecuentemente por si a usted también le ocurre. Es muy común que los padres tengan luchas con los hijos; en la consejería pastoral le sugerimos a los padres que entreguen ese hijo al Espíritu Santo, que lo pongan en las manos del Señor y oren por él cada día: "Señor, te dejo obrar en esto que yo no puedo. No puedo manejar lo que está haciendo mi hijo. Señor te lo doy. No quiero estar ansioso sobre él todo el día preguntándole qué hizo, con quién estuvo, dónde estuvo, qué pasó, por eso, te lo entrego a ti." Es cierto que hay hijos que están comprometidos con cosas peligrosas, pero los padres deben día a día librar la batalla espiritual en oración y dejar que el Señor los cuide. Sin embargo, esto no parece ser un trámite sencillo. A veces, los papás y las mamás no terminan de confiarle sus hijos al Señor y quieren estar controlándolo todo. Hace un tiempo atrás hablaba con la madre de una joven que había estado con una depresión muy grave. Por mucho tiempo recibió tratamiento, y por supuesto, fue sanada; el cuadro grave de la depresión había pasado, pero cada vez que esta joven suspira o se entristece por algo, su mamá se pone tan ansiosa y tiene tanto miedo de que vuelva a enfermar, que quiere controlar cada gesto de su hija. Esta actitud de la madre es totalmente contraproducente para la joven, la hace sentir insegura y termina deprimiéndose. En confianza, pude preguntarle a esta mamá, que era una fiel cristiana, cuándo le iba a entregar su hija al Espíritu Santo y cuándo iba a dejar de controlarla para que la controlara Él. Y ella me respondió: "Tantas veces se la di". Si tantas veces tuvo que dar a su hija al control del Espíritu Santo, quiere decir que muy convencida no lo hizo ninguna. La cuestión aquí es si controla Él o controla usted. Él tiene el control o lo tiene usted. Lo deja obrar a Él o usted se mete en el medio con su ansiedad, intentando hacer algo que no ha podido lograr en bastante tiempo. Si le pidió a Dios por su hijo y se lo entregó a Él, déjelo que Él actúe. A veces nos ponemos tan ansiosos que no dejamos que el Espíritu Santo cumpla su obra. A veces nos ponemos en el medio y entorpecemos las cosas, porque estamos siempre apurados, queremos ver ese resultado ya, y esto habla de una confianza floja en el Señor. Jairo llamó a Jesús, recurrió a Él, y dejó que Él obrara. Jairo era un padre que tenía confianza, que tenía fe en el Señor, y no se metió en el medio a decirle a Jesús nada sobre lo que pasaba. En cambio, dejó obrar a Jesús, y su hija fue restaurada. Esta es la actitud que nos pide el Espíritu Santo. Una vez que Dios inicia la obra en su vida o en la de un ser querido, debe dejarlo obrar a Él.Hasta aquí cargó con esto, y no pudo solucionarlo. Ahora déjelo obrar a Dios. Deje que Él sea Dios.

CON LOS OJOS FIJOS EN JESUS

...tan cerca y no llegó porque dudó Mateo 14:30

Las circunstancias de la vida pueden golpear muy fuerte a nuestra vida cristiana y aún así podemos vencer, pero lo que nos hace más difícil la victoria, es la posibilidad de la duda, especialmente cuando estamos solos y la situación nos apremia y nos presiona, no dándonos tiempo para reflexionar. Allí es donde lo urgente trata de prevalecer sobre lo importante, y cuando eso sucede, la duda surte su efecto.

No se trata de que realmente queremos aflojar en nuestra fe, pero las circunstancias a nuestro alrededor nos empujan y nos distraen del objetivo y el propósito de nuestra vida. Cuantas veces estamos a punto de lograr una meta espiritual, y algo se interpone en nuestro camino y dudamos si lo que queremos lograr es la voluntad de Dios o no. Aquí Jesús lo llamó a Pedro, no cabían dudas, era el maestro, él había escuchado su voz llamándolo y siendo así nosotros a la distancia podemos decir, como alguien puede decirnos a nosotros: "Pedro, ¿por qué dudaste, si ya estabas por llegar?. ¿Qué fue lo que molestó tu mirada al Señor?, ¿las cosas que te rodeaban?". Si ellas no tienen valor. ¿la fuerza del viento?. Si el que domina al viento estaba allí, ¿Qué nos hace mas pesado al andar de nuestra vida?. ¿Las ondas del mar que nos asustan?, pero si mirando al Salvador no las veías, ¿por qué las miraste Pedro?, Distrajeron tu mirada del maestro. ¿No viste que el Señor te esperaba?, ya estabas por llegar. ¿Por qué dudaste Pedro?. ¿Acaso no podías entender de que ese Dios de imposibles, hiciera imposibles contigo?.

Cuantas veces como tú , Pedro, yo no puedo llegar, porque mi mirada no está firme en el Señor. Porque los problemas que tengo en mi vida diaria, debilitan mi fe. Porque son muchas las cosas que tengo que mirar, y a veces a Ti te pierdo de vista. Pero gracias Señor porque no te vas, gracias porque estás tan cerca, gracias porque las dudas, no pueden con tu presencia, gracias porque en ti se desvanecen. Gracias porque tu eres mi refugio, gracias porque en ti puedo confiar, gracias porque en ti tengo paz. Tómame fuerte en tus manos Señor, no dejes que te deje, no dejes que hoy me olvide de ti.

¡Señor ayúdame hoy, a fijar mis ojos nada más que en Jesús, sin temor a los peligros del camino, sabiendo que estoy en las manos del Padre!.

viernes, mayo 11, 2007

El Pastor y sus ovejas

El Señor escribe en el libro donde constan los nombres de los pueblos:

Este nació en ella. Y los que cantan y los que bailan dicen: Mi hogar está
en ti
[*Salmo 87,6 - 7*]*.*


Cuando Jesús dio a entender que su relación con sus seguidores era como
la
que tiene un pastor con sus ovejas [*Juan 10,27*], sus discípulos
entendieron perfectamente lo que les quería decir. Palestina era una
región
rural, donde siempre se veían los rebaños de ovejas por las colinas. No
había hombre, mujer o niño que no supiera que la seguridad y el
bienestar de
las ovejas dependía totalmente del cuidado, el valor y la dedicación
del
pastor.



Cuando enseñaba, Jesús usaba esta imagen porque conocía a sus
seguidores y
quería estar seguro de que supieran que Él era el Pastor divino. A los
que
serían sus discípulos, les pedía estar atentos a sus palabras y ser
obedientes, porque la vida de ellos dependería de que conocieran su
voz,
confiaran en su palabra y obedecieran sus mandamientos sin reservas
[*Juan
10,28 - 30*]*.*



Es importante recordar que la promesa de esta seguridad perfecta no
carece
de ciertas condiciones, una de las cuales es que nosotros, que somos el
rebaño del Señor, lleguemos a reconocer su voz, es decir, a
distinguirla de
otras voces que quieren desviarnos del camino verdadero. La capacidad
de
reconocer la voz del Señor se adquiere escuchándolo, pasando momentos
de
oración, poniendo atención a lo que nos dice la proclamación de su
Palabra
al leer la Escritura.



La segunda condición es obedecer. Nuestro deseo de obedecer sería mucho
mayor si supiéramos cuáles son los peligros de la desobediencia, como
el
pastor mismo lo sabe. A pesar de que constantemente se nos hace
recordar los
peligros de la vida en el mundo actual, seguimos viviendo con una
indiferencia sorprendente. Por alguna razón, parece que reconocemos
fácilmente muchos de los peligros que se ciernen sobre nuestras
familias [el
alcoholismo, la drogadicción, el adulterio, la promiscuidad sexual]
pero
generalmente no prestamos mucha atención a los otros peligros que
también
son sumamente destructivos: el chisme, los celos, la pereza, el
egoísmo, la
apatía, la discordia.



Quienes ya creemos en Cristo no podemos quedarnos mudos ante la
urgencia de
que el Señor sea conocido para que, quien lo acepte, le dé un verdadero
sentido de amor y de esperanza a la vida personal y social. La
Escritura nos
dice que no entristezcamos al Espíritu Santo con el cual fuimos
marcados
para distinguirnos el día de la liberación. Ese Espíritu es quien da
testimonio de Jesús desde nosotros por nuestras buenas obras; por eso
no
sólo nos llamamos cristianos, sino que por nuestro comportamiento,
manifestamos que somos propiedad del Señor. Al ver la obra que Dios
hace
desde nosotros y desde los demás, debemos alegrarnos y jamás sentir
celos o
envidias porque el Señor haya distribuido sus carismas de modo diverso
entre
los fieles para la construcción del Reino.



Quien pertenece a la verdad acepta ese testimonio y permanece en Jesús
y
Jesús en él, como el Hijo permanece en el Padre y el Padre en el Hijo.
Por
esta razón quienes creen en Jesús pertenecen a sus ovejas y tienen vida
eterna y nadie, ni la muerte, las arrebatará de su mano, pues como
pertenencia del Padre, a pesar de la muerte, vivirán eternamente ante
Él
junto con Jesús.

Seamos personas de fe; seamos hijos en el Hijo; seamos auténticos
cristianos, es decir: ungidos de Dios en razón de que su Espíritu se
haya
derramado en nuestros corazones. Que esa realidad no se quede en puras
imaginaciones, sino que quienes nos traten, y vean contemplen, y
sientan el
amor de Dios más que por nuestras palabras, por nuestras obras nacidas
del
Espíritu de Dios, a quien le demos amplia cabida en nuestra vida.



¡¡¡Jesús, amado Pastor de nuestras almas, úngeme para que escuche tu
palabra
y obedezca lo que en ella mandas. Se que soy de tus ovejas y que en ti
estoy seguro !!!

domingo, abril 08, 2007

NO TE QUEDES

El marco era inmejorable para el gran acontecimiento.
Aquella soleada y cálida mañana de otoño, en la
pequeña aldea, presagiaba un inolvidable evento.
En cualquier calle del poblado se podía respirar el
ambiente a fiesta. Todos los vecinos caminaban en una
única dirección: la pista de atletismo, ubicada a
pocas cuadras del casco urbano.

El "Centro Deportivo", como le llamaban orgullosamente
los lugareños, estaba rodeado por una verde "alfombra"
de césped y daba muestras inequívocas de ser
celosamente cuidado.
El bullicio de los muchos concurrentes a la carrera de
400 metros llanos, reservada para niños de hasta 14
años, expresaba el entusiasmo que la prueba había
logrado despertar en la rutinaria vida de aquel
pueblito casi perdido entre grandes cerros.

De pronto, los gritos se apagaron y el tenso silencio
anunció la inminencia de la partida.
Los puños crispados, el respirar contenido y la mirada
clavada en el horizonte de los jóvenes competidores,
fue abruptamente interrumpido por el disparo de
largada.

Rápidamente, un chico flacuchento tomó la iniciativa y
se alejó varios metros del pelotón. Por la plasticidad
de sus largos pasos y el ritmo armonioso que imprimía
a sus piernas, parecía ser el seguro vencedor.
Luego de la sorpresa inicial, gritos de aliento
comenzaron a surgir a la vera de la pista: ¡Dale
Jorge! ¡Vamos José! ¡No aflojes Juan! ¡No te quedes
Carlos!.

A medida que aumentaba el griterío, el niño de piernas
largas y andar seguro, que había "picado en punta",
fue cediendo en su ritmo y resignó el primer lugar del
pelotón. En pocos metros un nuevo competidor lo superó
y luego otro y otro...hasta quedar rezagado,
inexplicablemente, en los últimos lugares del grupo de
atletas.

Al fin, un estallido de euforia quebró la histérica
gritería y los aplausos premiaron a los más rápidos
corredores.

Mientras se entregaban los trofeos, en medio de
vítores y cánticos, un protagonista de la prueba
estaba, curiosamente, fuera de escena.
Alejado de la fiesta y de espaldas al palco, aquel
pálido flacuchento, dueño de la partida, estaba
sentado en la alfombra verde, con la cabeza entre sus
piernas y el pecho jadeante.

Una señora advirtió tremendo cuadro y se acercó:

- ¿Lloras porque has perdido?

- No, no señora, yo lloro porque a mí nadie me
alentaba.

El chiquito era huérfano.

De aquellos gritos de aliento, los numerosos nombres
pronunciados, ninguno iba dirigido al desgarbado de
largos pasos.
Aunque partió primero y tenía evidentes condiciones
para ganar, de pronto sintió que ya no tenía fuerzas
para mantener su marcha.
El no necesitaba de un estratega o un maestro de
atletismo, ni de un preparador físico. A él solo le
faltaba reconocer su nombre en los cientos de voces de
la multitud entusiasta. Sin embargo, como una cruel
paradoja, en medio de tanto alboroto, de tan fenomenal

bullicio, a él le invadió un sepulcral silencio...en
el alma.

El nombre propio que nos identifica, suena como el
mejor piropo, nos rescata de entre la multitud y nos
dice que somos alguien para alguien. Actúa como un
ícono de identidad, un símbolo lingüístico y una
representación sonora de lo que somos. Demuestra
además, aunque parezca tan obvio, que existimos y
formamos parte del contexto que nos toca compartir.

Una de las más grandes torturas en los campos de
concentración, constituyó siempre el reemplazo del
nombre propio por un número de prisionero. Despojar
del nombre significa resignar, en esas circunstancias,
un seguro de existencia, borrarle el título a una
historia y perder el referente exclusivo de identidad.

ALGUIEN PRONUNCIA TU NOMBRE

Cuando nace un niño, se inicia, en ese mismo instante,
un proyecto de vida. Ese plan fundante lo acuna su
madre desde que mece al niño en sus brazos.

En uno de los libros de la Biblia, en Isaías 49, dice:
"Dios me llamó desde el vientre, de las entrañas de mi
madre, tuvo mi nombre en memoria".

Nadie tiene exclusividad con estas palabras ni existen
privilegiados.
Cuando Dios dice esto está hablando de vos y de mi.
No logro imaginar a un Dios que pueda crear seres
anónimos. El no permite ver la luz a las personas como
quien fabrica productos en serie.
El no llama a las masas ni convoca a "simples
esquirlas" de una explosión demográfica. El llama a
individuos originales e irrepetibles como vos. Dios no
es fabricante, él es artesano y cada obra suya es
expresión cabal y total de su arte.

Por eso, vos no sos el resultado de un proceso de
producción estandarizado, sino la consecuencia de una
inspiración el fruto del placer de Dios en crear algo
nuevo, original, irrepetible y especial.

Puede que, en medio del desaliento, en medio de
ensordecedores problemas, que te sobrepasan y te
postergan, no escuchés la voz de tu creador que te
está llamando.

Creo, sinceramente, que a la vera de la pista de la
vida, él te está alentando, está EVOCANDO con amor
incomprensible y tierna voz tu nombre. En un desafío
de fe, podés escuchar su aliento.

¿Elegiste ya tu norte, tu derrotero? ¿Hacia dónde
corres? ¿Tenés sueños y metas que cumplir?

Entre tantas voces crueles de espectadores
indiferentes que omiten tu identidad, escuchá a tu
Dios él te conoce bien.
No importa cuan escuálida y flacuchenta esté tu alma,
oí su voz, con él, la carrera recién empieza.

¡¡¡¡¡¡NO TE QUEDES EN LA LARGADA!!!!!!
Dios te dice en Isaias 43:1
«No temas, que yo te he redimido;
te he llamado por tu nombre; tú eres mío"

DESICIONES

Yo tengo una historia, que habla de esas "sencillas" decisiones. Era 
una fría mañana de mayo, y el hombre pasaba el cumpleaños más triste 
de toda su existencia. Cumplía sus primeras cinco décadas de vida y 
el saldo no era favorable. Su esposa había enfermado hacía unos 
cuantos años. No importaba cuántos, habían sido eternos. El hombre, 
de oficio carpintero, había visto cómo gradualmente el cáncer se 
llevaba lentamente a la compañera de casi toda una vida. Era una 
enfermedad humillante. ¿Cuándo fue la última vez que éste hombre de 
manos rústicas había dormido toda la noche? Casi no lo recordaba. 
Todo se había transformado en gris desde que el maldito cáncer llegó 
a casa. Su esposa no tenía el menor parecido con la foto del viejo 
retrato matrimonial que colgaba sobre la cama. Ahora solo era un 
rostro cadavérico, níveo, sin color y por debajo del peso normal de 
cualquier ser humano. 
 
"-Usted es una señora adulta- había dicho el médico-, váyase a casa, 
y... espere.". 
 
El hombre, temperamental y de manos rudas, sabía lo que había de 
esperar. Lo inevitable. Aquello que le arrebataría su esposa y la 
madre sus cuatro hijos. Sin piedad, sin otorgarle unos años más de 
gracia. El putrefacto aliento de la muerte parecía llenar la 
atmósfera con el pasar de los días. La bebida era como una anestesia 
para el viejo carpintero. Por lo menos, por unas horas no estaba 
obligado a pensar. Por el tiempo que durara la borrachera, tendría un 
entretiempo en medio de una vida que no le daba tregua. Había 
cualquier tipo de alcohol diseminado por toda la casa; en el armario, 
la heladera, el garage, el galpón, y hasta una botella en el aserrín 
de un viejo y enmohecido barril. Este era su cumpleaños. El hombre 
festejaba un año más de vida y un año menos junto a su esposa. 
 
El gemido de su esposa lo despertó del letargo."-Recuerda- dijo 
suavemente la mujer- que hoy estamos invitados a ir a esa iglesia..." 
 
El hombre hizo un gesto de disgusto. El había sido luterano desde su 
niñez y hacía años que no pisaba una iglesia. Apenas recordaba 
algunas canciones religiosas en idioma alemán que se entonaban en su 
Entre Ríos natal. Pero el pedido de su mujer no era una opción, era 
un ruego desesperado. Tal vez el último deseo de quien lucha cuerpo a 
cuerpo con el tumor que se empecinó en invadirlo todo. Un último 
intento por acercarse a Dios antes de partir para siempre. El 
carpintero de las manos rudas y aliento a bebida blanca, asintió con 
la cabeza. Irán a esa iglesia que su hijo mayor les había hablado. 
Estaba un poco lejos, pero cuando el cáncer se instala en un hogar, a 
nadie le importa el tiempo. Ya nadie duerme en la casa del 
carpintero. 
 
Esa noche, la del cumpleaños, el matrimonio llegó con sus dos hijos 
menores a la remota iglesia evangélica de algún barrio de Del Viso, 
Buenos Aires. El se apoyó en la pared del fondo y oyó el sermón. 
 
"-Linda manera de festejar el cumpleaños" - habrá pensado. 
 
Pero continuó allí con profundo respeto, viendo como su esposa 
lloraba frente al altar. El casi no oyó el mensaje, pero presintió 
que debía acompañar a su mujer, y lentamente, el hombre que escondía 
botellas de alcohol en el aserrín, pasó al frente. Los dos tomaron 
una decisión. Aceptaron a Cristo como su suficiente Salvador. Una 
sencilla decisión que no pareció demasiado histórica, y estoy seguro 
que muy pocos, esa noche, se percataron del carpintero y su enferma 
esposa. Pero a ellos le cambió la vida para siempre. 
 
Ella observó cómo el cáncer retrocedía lentamente hasta transformarse 
milagrosamente en un mal recuerdo. El hombre se deshizo de todas las 
botellas de alcohol y jamás volvió a tomar. Lo que comenzó como un 
mal día, terminó con una decisión que afectan el futuro para siempre. 
 
A propósito, la historia es real y ocurrió un primero de mayo de 
1975. El carpintero de las manos rudas jamás se hubiese imaginado que 
debido a su buena decisión, no sólo se sanaría su esposa, sino 
también, algún día afectaría a sus hijos. Su hijo menor, que por 
aquel tiempo tenía siete añitos, hoy le predica a cientos de jóvenes 
y entre otras cosas, escribe esta nota. 
 
Eso es a lo que yo llamo una decisión generacional. Miles son 
afectados por un sencillo paso al frente. Cuando decidas a qué te vas 
a dedicar, con quién te vas a casar, o sencillamente pases al frente 
de algún altar a tomar un nuevo compromiso con el Señor, recuerda que 
estás escribiendo la historia. La tuya y la de los demás. Hace poco 
les dije a mis padres que estaba profundamente agradecido por aquel 
gris primero de mayo en el que tomaron la decisión más radical de sus 
vidas. Les dije que cada joven que llegaba a oír mis mensajes, 
también le estaban agradecidos. Y les dije, además, que siento una 
tremenda responsabilidad, cuando tomo una de esas "sencillas" 
decisiones como por ejemplo, el escribir esta nota. Porque nunca sé a 
quiénes y a cuántos estoy afectando. Aunque de algo estoy 
completamente seguro: a cada minuto de nuestras vidas, escribimos la 
historia. 
 
Pastor Internacional de Jovenes: Dante Gebel - www.dantegebel.com
 

martes, abril 03, 2007

EL BAUL

Ayer abrí un baúl que estaba olvidado, se hallaba en la orilla de mis
recuerdos. Jamás lo había visto y por lo mismo nunca lo había revisado
y tal de mi asombro al verlo que decidí hacerlo. Al abrirlo me
encontré que era una recopilación de los mejores momentos de mi vida.
Encontré un tesoro.
 
Un tesoro. Su brillo iluminó mi cara y entre tanto brillo no te pude
ver pues el tesoro deslumbra mis ojos y no podía ver nada.
 
En otra parte de este gran baúl encontré deliciosos manjares de los
cuales al acercarme se podía percibir un delicioso aroma el cual llenó
todo el lugar en donde me encontraba. Al revisarlo, tú no estabas ahí
y no me lo podía explicar, pero había dos cosas más que llamaron mucho
mi atención y tome el reto de averiguar de qué se trataba.
 
La primera eran recuerdos. Recuerdos de las personas que habían sido
importantes en los momentos también importantes; pero revisándolos
solo encontré momentos y nada más.
 
Ya un poco desesperado observé y estudié a fondo lo que faltaba del
baúl y eran gran parte de mis planes y proyectos y metas. Entre la
desesperación decidí revisarlos de nueva cuenta uno por uno, detalle a
detalle pero todo fue igual.
 
No alcanzaba a comprender cuál era el motivo por el cual no te
hallabas en entre todas las cosas de este baúl, tal fue mi duda que
sin importar que ya los había revisado lo intenté de nueva cuenta. 
 
Tratando de hallarte dentro de mi vida, había sucedido algo extraño y
fue que al tratar de revisar las cosas se cayeron de mis manos como si
yo no tuviera fuerza en mi ser. Al voltear a verlos se hallaba una
hoja más de las que ya había visto y me preparé a investigar qué era
esa hoja. Se encontraba por encima de los tesoros, en medio de todos
los manjares y llegando al final de los momentos y entre todas las
metas. Era una carta que decía así:
 
"No te afanes, jamás te he abandonado, al contrario nunca te he
permitido salir de mí"
ATTE.: JESÚS 
 
P.D.: Recuerda, yo siempre estoy contigo y con todos los tuyos,
"enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado..."
(Mateo28:20)
Fecha: ayer / hoy / siempre.
 
Al ver esto recordé que Él no está en las metas, tampoco en los
tesoros, manjares, ni en los momentos que he vivido sino que
Él está conmigo a donde quiera que voy.