jueves, noviembre 03, 2011

dellibro...que pasa con nuestra adoracion. a.v tozer

¿Qué vamos a hacer acerca de esta maravillosa y hermosa adoración a la que Dios nos llama? Antes preferiría adorar a Dios que hacer otra cosa que yo sepa en todo este ancho mundo. No intentaré siquiera deciros cuántos himnarios están apilados en mi estudio. No puedo cantar medianamente bien, pero esto no es cosa que le importe a nadie. ¡Dios me considera un astro de la ópera! Dios me oye mientras le canto los viejos himnos franceses traducidos, los viejos himnos latinos traducidos. Dios me escucha cuando le canto los viejos himnos griegos de la iglesia de Oriente, así como los hermosos salmos en metro y algunos de los más sencillos cánticos de Watts, Wesley y el resto.

Quiero decir que preferiría adorar a Dios que hacer cualquier otra cosa. Puede que contestes: -Si adoras a Dios no haces nada más.» Pero esto sólo demuestra que no has hecho tus deberes. La parte hermosa de la adoración es que te prepara y
capacita para lanzarte a las cosas mas importantes que se deben hacer para Dios.
¡Escúchame! Prácticamente cada gran acción hecha en la iglesia de Cristo remontándonos hasta el apóstol Pablo fue hecha por personas ardientes con la radiante adoración de su Dios. Un examen de la historia de la iglesia te demostrará que fueron los ardientes adoradores los que también vinieron a ser los grandes obreros. Aquellos grandes santos cuyos himnos cantamos tan tiernamente eran activos en su fe hasta el punto de que tenemos que asombrarnos de cómo pudieron hacerlo todo. Los grandes hospitales surgieron de los corazones de hombres adoradores. Las instituciones mentales surgieron de los corazones de hombres y mujeres adoradores y compasivos. Deberíamos decir también que allí, donde la iglesia ha salido de su letargo, levantándose de su sueño y en las mareas del avivamiento y de la renovación espiritual, siempre los adoradores estaban detrás de ello.